jueves, 30 de marzo de 2017

Cambio de planes (o La culpa es de Roth, Philip Roth)


Por J. Teresa Padilla

No me negaréis que el título promete. ¿Qué? Giros vitales, portazos, aventuras, novedades… Frenad. No se trata de estas cosas. Quitároslo de la cabeza si no queréis experimentar una decepción mayor de la que os suelo causar habitualmente. No sólo soy, yo sí, un “ama de casa que escribe”, como se autodenominaba Vila-Matas con la boca chica. Soy un “ama de casa que escribe desde su casa” mientras, por ejemplo, se cuece la coliflor, como ahora mismo, aprovechando lo que queda de mañana después de las faenas de aliño del hogar y antes de que vuelvan los críos del cole. Hay días que cero minutos. Las tardes intento dedicarlas a leer (si no leo, poco escribo o a saber sobre qué se me ocurre escribir, como hoy sin ir más lejos). Sólo lo intento: la voz chillona de mi hija irrumpe periódicamente para que le resuelva dudas sobre temas que conoce mejor que yo o para quejarse de que su hermano la quiere matar y otros dramas trágicos en los que considero más prudente no inmiscuirme; y mi hijo… De momento, sus problemas suelen ser sólo matemáticos y sabe que para eso no puede contar conmigo, lo que no quita que en ocasiones su silencio se haga tan denso que me despierte de la somnolencia o la concentración trabajosa en alguna lectura, obligándome a llamarle a voces para romper el hechizo y asegurarme de que sigue entre nosotros. Suele estarlo, aunque sólo a medias, y normalmente metido en asuntos que no corresponderían, como la lectura de comics. Vaya, que si por las mañanas soy un ama de casa que escribe, por las tardes soy un guardia jurado lector.

Nada que ver con el día a día de mi estimado Trapiello, contado por él mismo, que leí hace nada en algún sitio que no recuerdo: mañanas creativas –de poemas y prosas-, leve siestecita, escritos alimenticios -columnas y eso- y, para finalizar, series malas de televisión en el sofá del salón con su esposa. Lo leí y lo primero que se me pasó por la mente fue quién pasaba la mopa, fregaba los baños y hacía la comida en esa casa. Él está claro que no y su pareja tampoco (no le veo casado con alguien tan vulgar y fracasado como yo, que no he conseguido los ingresos suficientes para delegar estas tareas, indignas de un diario, en otros). Me pareció fatal. No el hecho mismo (bien por él si puede vivir tan ricamente de su trabajo), sino que lo contara con esa ligereza chispeante tan suya que soy incapaz de apreciar. Como si viviera en otro mundo donde no proceden los anuncios de limpiahogares o la ropa sale mágicamente planchada de los armarios. Alguna vez, digo yo, habrá de entrar la empleada del hogar, ignorada en el relato como espero que no igual en la vida, a limpiar su despacho de pelusas. Supongo que la pobre tendrá que aprovechar sus cabezadas de la siesta. O puede que sea tan fino que ni las genere. En fin, así luego le salen las novelas que le salen: de otro planeta, literalmente. También leí que, después de ser candidato por UPyD, ahora apoya la creación de un nuevo partido en la misma línea ideológica. Aunque seguro que no podemos responsabilizarle personalmente de la debacle, no sé quién habrá sido el incauto que se lo ha pedido. El partido en cuestión no tenía mala pinta, pero con semejante publicista…

Pura envidia y resentimiento. Mientras me convierto en lo que siempre he deseado aunque nunca me he atrevido a confesar, una “trapiella”, una burguesa de la literatura como Dios manda que ignora por completo cómo llegan los alimentos a su mesa y las ropas a su armario o por qué los cristales y los muebles resplandecen ni dónde está el aceite de oferta, sigo con mi trepidante horario, tan poco literario, y el pluriempleo. ¿Qué planes he cambiado entonces? Pues cuáles van a ser, almas de cántaro, los de lectura y escritura.

Tampoco vayáis a creer que había un plan muy sofisticado, sólo el de seguir el orden de la pila de libros pendientes, seis para ser exactos: Franzen con Libertad estaba en el último lugar porque es un libro voluminoso que no estoy segura de poder leer con la velocidad adecuada (porque la hay: imposible demorarse gozosamente en la lectura de los libros extensos sin arriesgarse a abandonarlos; lo que procede es marcar los pasajes y gozarlos después). Aunque algo menos voluminoso, le sigue Americana de DeLillo. Desde que los coloqué en la pila uno encima del otro intuía que no estaba bien. Mucho americano desconocido y vehementemente recomendado junto. Un peligro al que me iba a costar enfrentarme. Yo creo que por eso hay un Roth (Philip) encima, para hacerme aún más difícil llegar a ellos, pero, a ver, no sé muy bien cómo se me acumularon los “roths” (todos Philip) y ya dije cuando reseñé el primero de ellos (Némesis) que necesitaba tres lecturas como poco entre uno y otro. Precisamente ahora le había tocado el turno al segundo Roth (La mancha humana), el culpable de que me esté replanteando cambiar el plan. Entre La mancha humana y el tercer y último Roth (La humillación), ése que contiene cual dique a Franzen y DeLillo, estaba un alemán (Sigfried Lenz) por partida doble (Lección de alemán y El teatro de la vida –un regalo de una amiga-) y, atención, Patria, los tres de rigor. Pero este orden dictado por los Roth se ha roto. Y todo por culpa del segundo Roth.

Esperanzada inicié su lectura porque me habían jurado y perjurado que la novela era de las buenas, de las mejores de Roth. Y sí, me enganchó todo lo que me parece que Roth (Philip) puede engancharme. Pero de repente algún niño vendría a interrumpirme y cuando volví al libro mi protagonista había cambiado de raza. Entonces tuve miedo de haber enloquecido y sufrí algo parecido a un ataque de ansiedad. Para ser justos, la ansiedad me la provocaron otros, pero Roth me dio la puntilla y pagó las consecuencias: fue arrojado como una brasa lejos de mi vista. Ahí sigue el pobre esperando que se me pase el disgusto. En su lugar, y gracias en parte a un comentario de un amigo en el “feis”, decidí echar un ojo al Llámalo sueño de Roth (Henry) y hacer la reseña que le debo desde los inicios de este blog. Total, sólo me hacía falta releerlo por encima, lo justo para refrescar el recuerdo (no en vano lo he leído lo menos tres veces). Pues no. Ahí estoy, picando de nuevo y leyéndolo como la primera vez, de principio a fin.

Resignada a abandonarme a este placer y no poder escribir reseña esta semana en el blog, ojeo los periódicos (las secciones de cultura) en busca de inspiración y doy con esto, la presentación de una novedad editorial: El libro contra la muerte de Elías Canetti, en el que al parecer se pueden leer cosas como la que sigue:

"Pascal murió a los 39 años, yo pronto cumpliré los 37. Si mi destino coincidiera con el suyo me quedarían apenas dos años, ¡cuánta prisa! Él nos dejó sus pensamientos desordenados, concebidos para defender el cristianismo. Yo quiero concebir los míos para defender al hombre ante la muerte".

Esto me urge y me interesa. Nada de pensamiento positivo y de aceptación de la desgracia. Rebelión, pura rebelión. Un libro de fragmentos, notas, carnets, como dicen los franceses. Un libro que no llegó a ser y en el que trabajó toda su vida. Un fracaso. Una derrota, literaria y vital, pues la muerte, como estaba previsto, le venció. En fin, una lucha quijotesca que no se puede pasar por alto. Lo siento. Tengo que hacerme con él ya. Así que, cambio de planes: lectura rápida y reseña de ese libro de la infancia al que tanto quiero (Llámalo sueño) y luego a batirse junto a Canetti con ese absurdo que es la muerte. Me temo que la batalla se perderá, pero la vida dedicada a ella promete ser apasionante y con eso de momento me puede bastar. Una lectura que me hará seguro más sabia y que no puedo poner en la lista. Tiene que ser ahora, o puede que ya nunca.


4 comentarios:

  1. Aynss... Netucha, no te veo en el perfil de una Trapiella. Te lo dice otra ama de casa que escribe desde casa. Siendo honesta sería mejor decir que lo intenta (lo de escribir). Llevo en el dique seco del astillero un par de semanitas (a mi la primavera nunca me inspira). En tema de lecturas, últimamente lo que más frecuento son los prospectos medicinales. Si encuentro algo contra la "ligereza chispeante" de Trapiello te aviso corriendo. Bss

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  2. Yo tampoco me veo, así q tendré q convencerme de que es mejor no serlo. Me alegro de que te hayas dado por aludida y recuerdes el abandono en que tienes estos Diarios. Déjate de mopas, prospectos y moja tus penas en el vino de la escritura (¿a que me ha salido a lo Ilustrado?). Bss.

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  3. El 'Libro contra la muerte' no es el mismo que el 'Libro de los muertos. Apuntes 1942-1988? Si es así está a tu disposición,lo tengo en Galaxia Gutenberg, 2010.
    Es lo malo de los libros en reserva, se quieren leer todos, pero hay que elegir por donde empezar, y entonces surge una novedad que desbanca a los de la pila en espera.
    Deja que todo fluya, Netucha.

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  4. El de ahora recoge inéditos (en un tercio de su extensión). El resto supongo que será el del 2010 q tu tienes. Ya me contarás tus impresiones. Dejaré fluir la cosa. ¿Estamos heraclíteas?

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