Por Esperanza Goiri
En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: la imaginación. (Octavio Paz)
Bajo esas siglas se esconde la tensión
sexual no resuelta (TSNR). Ojo, que no estamos hablando de amor sino de sexo.
Dos personas se atraen locamente pero por diferentes motivos, no pueden, o no
quieren, traspasar esa línea en la que no hay vuelta atrás. Ya se sabe que la
tensión hay que liberarla o estalla. Es así; o te dejas llevar con todas las
consecuencias o pones tierra de por medio. Cuando se cruza el límite, pueden
suceder dos cosas: que recuerdes un revolcón sublime el resto de tu vida o que,
a toro pasado, pienses que mejor hubiera sido no haberla resuelto nunca.
Son muchos los partenaires televisivos que han sido “torturados” por los guionistas, viviendo en un sinvivir, valga la paradoja, bajo un claro TSNR. Los protagonistas de Luz de Luna, Reemington Steele, Bones, Castle, Expediente X, por citar algunos, son ejemplos de manual. A mí personalmente, me encanta la encarnada por Tony Soprano y su psiquiatra, la doctora Melfi, que se encuentra descolocada ante ese hombre con el que no debe liarse por tres claros motivos: es su paciente, está casado y es el capo de la mafia de New Jersey (¿alguien da más?).
Las series televisivas han popularizado el TSNR pero no lo han inventado. ¿Puede haber más tensión sexual no resuelta que en Orgullo y Prejuicio o Jane Eyre? ¡Ese Mister Darcy…! ¡Por Dios de mi vida, de mi corazón y de todos los Santos! Y qué me decís de Heatcliff y Catherine jugando al gato y al ratón entre Cumbres Borrascosas… Las hermanas Brönte, de las que me declaro fan absoluta, sabían lo que se hacían. En suelo patrio, tenemos un ejemplo contundente y magistral: La Tía Tula, de Miguel de Unamuno, llevada al cine en una memorable versión de Miguel Picazo, con Aurora Bautista y Carlos Estrada atormentados por un claro deseo sexual que no pueden o no saben gestionar.
Es posible que
la seducción que ejerce en nosotros la TSNR, como espectadores, venga motivada
porque quien más o quien menos, la ha experimentado alguna vez en carne propia.
A saber: tensión en las venas abdominales (sí, el cosquilleo que los cursis
identifican como mariposas en el estómago), enrojecimiento de la piel,
dilatación de pupilas, taquicardia, hipersensibilidad sensitiva, activación del
sistema límbico del cerebro y otros signos más evidentes, de cintura para abajo,
los cuales voy a obviar, pues pienso que ya estamos mayores para hablar de
abejas y semillitas. Si sentís estos síntomas ante una persona con la que a
priori no podéis o no debéis montároslo, porque os desagrada su carácter o incluso os
cae mal, y sin embargo, oye, es verla, sentirla a menos de un palmo y se te
pone el cuerpo de jota… os comunico que, aunque no lo queráis reconocer, es
posible que estéis bajo el influjo de la TSNR. Zanjarla o no, es asunto
vuestro.
Para finalizar os dejo una canción en la
que una pareja, de manera evidente y notoria, libera su tensión como si no
hubiera un mañana. En su momento fue un escándalo, a estas alturas suscita
cierta ternura. ¡A Disfrutarla!
Lo malo es cuando resuelves la dichosa tensión y descubres que tampoco era para tanto. Conozco un caso en el que a su protagonista se le cayó de tal manera su héroe del pedestal, que prácticamente no volvió ni siquiera a nombrarle. Esto es como todo. A veces es mejor seguir en la inopia por siempre jamás.
ResponderEliminarPues, sí. El éxito en estas cuestiones nunca está garantizado, pero por lo menos no te quedas con la duda.
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