Estamos en huelga. A pesar de todo, de las diferencias, objeciones y matices que podríamos plantear a este o aquel manifiesto (y que no planteamos para no dar facilidades a la paranoia, “la más fecunda y potente fábrica de esencias y de realismos de los universales” -C. Amorós-, esa enfermedad que, se refiera al sexo, a la raza o la nación, aspira a mantener la diferencia y la supremacía, en este caso de los que, ofreciéndose con su sabiduría y lucidez a salvarnos de nosotras mismas, vaticinan diversos apocalipsis causados por esta “radicalidad” y este “ruido” irracional, acientífico y politizado de no sé qué número de ola feminista). Con lo monas que estamos calladas, aplaudiendo sus excelsas reflexiones, o lo elegantes y femeninas que resultamos riéndoles las gracias y mofándonos con ellos de las otras, las que no tienen su favor. Eva y María, "madre sólo hay una y a ti, ¿p.?, te encontré en la calle" y, ahora, las malas y las buenas feministas. Lo que vosotros digáis. En este sitio hemos decidido aparcar nuestras diferencias y declararnos en huelga, nos mezcle con quien nos mezcle, mientras no sea con vosotros. En huelga, pero no mudas, porque “el silencio es un verdadero crimen contra el género humano”, escribía Nadiezhda Mandelstam, y, digan lo que digan por ahí los nuevos y viejos expertos, “apostamos por la unidad de la especie humana (…) y pensamos que la lucha feminista tiene un papel fundamental en la construcción de esta rara y compleja especie. (…) La verdadera diferencia es la de los individuos, no la de los géneros”, por eso, lo importante, “lo verdaderamente importante es que ser mujer no sea un problema para ser plenamente individuo sin tener que pagar precios de mercado negro” (no te acordarás ya de mí, maestra, pero te sigo citando).
Pues eso. Por la abolición de roles ligados a esencias o naturalezas atemporales, de la división sexual del trabajo, en resumen, de la discriminación por razón de sexo. Por el derecho a hablar, a aullar si es necesario, a errar y rectificar (o no), a ser mejores que ellos (o no), por el derecho al mal (A. Valcárcel), a responder con el insulto o la grosería al insulto o la grosería; a mofarnos del que se mofa; a ser jóvenes, irresponsables y locas; a ser viejas, irresponsables y locas; a ser lúcidas (jóvenes o viejas); a evolucionar o seguir cada cual en sus trece; a respetarnos a nosotras mismas y entre nosotras; a exigir respeto en cualquier caso. ¿Qué más? Por el derecho a ser cobardes o valientes, guapas o feas, gordas o delgadas, insaciables o inapetentes sexualmente, madres o no… Porque todas somos preciosas y Preciosa*. Resumiendo: salvo para quien tema la libertad del otro y que no haya nadie a quien poder someter, un mundo mejor. Éste es nuestro manifiesto.
Argentina, 2016 |
(A Dámaso Alonso)
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene,
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
Foto: EFE |
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.
Washington, 2017 |
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira la niña tocando
una dulce gaita ausente.
Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
Huelga camiseras, 1909 |
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
Washington, 2017 |
¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.
Preciosa, llena de miedo,
Nueva York, 1970 |
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
Foto: John Moore |
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.
(Federico García Lorca, Romancero Gitano)
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