Por Marisa
Díez
Inmediatamente recordé un capítulo de aquella serie de los años 80, escrita y protagonizada por Ana Diosdado, Anillos de oro. La trama reflejaba el devenir de un matrimonio en el que la diferencia de edad era más que notable. Al conocer ella a un hombre mucho más joven que su marido, él decide tramitar el divorcio y dejarle el camino libre para que inicie una nueva relación, aunque en realidad nunca había dejado de quererla. El abogado al que contrata se lo explica con estas palabras a una colega de profesión: “Es un caso de renunciación: la prueba más grande de amor”.
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En mi adolescencia, imagino que como la mayoría de mis amigas en esa misma edad repleta de sensaciones contradictorias y altibajos emocionales, me convertí en una fan absoluta de la poesía de Bécquer. Me sentía identificada con esos versos desgarradores cada vez que sufría, con mayor o menor intensidad, lo que suponía era un desengaño amoroso. Aún hoy podría recitar de corrido algunas de las estrofas más sangrantes del poeta sevillano, tal como si se tratara de una canción de los Pecos o del mismísimo Camilo Sesto: “Asomaba a sus ojos una lágrima y a mi labio una frase de perdón, habló el orgullo y enjugó su llanto y la frase en mis labios expiró…”.
Mi trayecto en el metro continuó, estación tras estación, mientras en mi cabeza se mezclaban imágenes de aquella serie de los ochenta con personajes reales a los que pude poner, sin esfuerzo, nombre y apellidos. Por unos minutos me perdí en un batiburrillo, aparentemente sin sentido, construido con estrofas de viejas canciones y versos del escritor más admirado de mi adolescencia. Me pregunté por qué tantas parejas, aún queriéndose de verdad, se han querido tan mal a lo largo de la historia, abocando una relación, a priori satisfactoria, al más absoluto de los fracasos.
Una voz metálica e impersonal salió al rescate de mis cavilaciones: “Próxima estación, Antonio Machado”. Fue como un resorte: “Mi cantar vuelve a plañir, aguda espina dorada, quién te pudiera sentir en el corazón clavada…”. Estoy empezando a divagar. Menos mal que me apeo en la siguiente.
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