Por José María Ruiz del Álamo
Vio las cosas como eran y fue un instante para darse al pensamiento, solo
era menester ubicar en orden las palabras. Pues estas comunican nuestras
reflexiones, mas si formulamos mal los vocablos viene a surgir el desencuentro.
Y todo suma en el guion de nuestra vida…
Así se manifiesta la escritura hoy, donde lo que ayer estaba bien, hoy se
dibuja mal. En estos días estoy leyendo la tercera edición de ¡Si tú
supieras!..., de José María Carretero, copyright de 1942, Ediciones E.C.A.
Una novela de la biblioteca del abuelo. En ese mágico armario empotrado se
hallaba, y es leer “fué, sin duda, el fruto del ambiente de confusión”,
“y se dió a él, como la que da una limosna” o “sólo le estaba
impuesto guardar silencio” para decirme: “ya no llevan acento”. ¿El ayer estaba
mal? ¿El ayer estaba confundido?
La Real Academia
Española de la Lengua
(RAE) es la garante del buen uso (hablado y escrito) del español, por ello es
la institución encargada de dictar las reglas ortográficas, pero sus últimas
decisiones han venido a levantar polvareda, ya que, en lugar de enriquecer el
idioma, lo han devaluado en opinión de algunos. Han querido hacer una escritura
fácil quitando los acentos, algo sumamente útil para no cometer faltas
ortográficas. Sin embargo sí puede llevar al equívoco. Ya no hace falta pensar
si nos encontramos ante un adverbio o un pronombre demostrativo. Ya da igual:
se quita el acento y todo está bien.
Claro que muchos escritores se han rebelado y siguen incluyendo en sus
escritos las tildes. Buen ejemplo de ello tenemos en esta página de Diarios de
Resistencia, pues J. Teresa Padilla no acepta ni acata la norma. No le quites
los acentos a sus “sólos”, que se enfada y nos riñe. Ella no quiere
desaprender. Su hecho cognitivo es lo que acentúa su personalidad. Personalidad
tal que viene a acentuarnos a estos colaboradores que firmamos en su blog.
Y en verdad algo de razón tiene: hay que acentuar. Desde aquí ponemos el acento en la memoria,
desde aquí vengo a demandar el valor del recuerdo, ya que sin él no seríamos
quienes somos. Sobre esta página (que intentamos que no sea una página en
blanco) palpitan los acentos sobre la literatura, la cinematografía, los
sentimientos y las reflexiones varias. Un acento para mostrarnos tal cual vemos
(y nos vemos), pues nuestra mirada es la que nos lleva a determinar el interés
por subrayar los acentos que vamos acumulando en nuestra vida.
Sin acento veo hoy el fútbol, con acento busco esa calle de tierra donde
jugueteaba en mi niñez; sin acento contemplo los programas televisivos del
corazón, con acento me sumerjo en la biblioteca heredada de mi abuelo; sin
acento me muestro ante las grandes superficies de ropa, con acento valoro la
amistad; sin acento pervivo en la telefonía móvil, con acento siento los besos
de amor; sin acento vivo el día de la lotería de Navidad, con acento rememoro
los cines de barrio de sesión continua; sin acento miro los automóviles sin
distinguir una marca de otra, con acento redacto los artículos que firmo; sin
acento, una taladradora; con acento, una máquina de escribir; sin acento, un
puñal; con acento, un bolígrafo.
El acento que pongo en la biblioteca heredada de mi abuelo bien puede ser el
mismo que J. Teresa Padilla hace recaer en su cuidada selección literaria. Sin
embargo, si mi acento repercute sobre Pedro Mata o Harry Stephen Keeler su
tilde sobrevuela a Danilo Kis o Fedor Dostoievski. Y cuando nuestra puntuación
coincide sobre Georges Simenon, ella se decanta por su literatura magna y uno
irrumpe con Maigret…, mas libros, no, más libros, más novelas. Y ellos con su
acento.
Mala regla es la que viene a prohibirnos acentuar: “solo quiero ir solo”,
“solo solo quiero ir”, “ir solo, solo quiero”, “quiero ir solo, solo”…
La existencia es toda una serie de innumerables acentos, esos acentos que
vienen a diferenciarnos. Escribirlos sobre las palabras justas será el libro de
nuestra vida. Sólo faltaba que nos quitaran el derecho de acentuar: ésta es nuestra
rebelión, nuestra resistencia diaria.
¿Y cómo es que aquí acentúas los "sólos" y en otros escritos no? "Sólo faltaba que nos quitaran el derecho a acentuar", reconozco en esta frase la voz alta y grave de la tocaya. Desde el artículo a tres manos percibo cierta simbiosis literaria entre los J J. Decididamente, el artículo se había escrito pensando en estos Diarios.
ResponderEliminarDejo al autor explicar por qué aquí sí y en otros lugares no acentúa esos sólos (tengo la esperanza de que tras su reflexión se haya unido a Marisa y a mí). En cualquier caso, el que en otras entradas de este blog no los acentuara demuestra que es falso que, como se dice, haya yo obligado a nadie a hacerlo como asegura el autor. En estos Diarios la libertad de expresión y acentuación es total.
ResponderEliminarEn cuanto a la simbiosis espero que se nos pegue lo mejor de cada casa (o escritura), porque si no... ¡Prefiero no pensarlo!