Ingredientes:
250 gramos de tallarines.
Media cebolla.
150 gramos de bacón (o más, si se se quiere).
1 huevo.
250 mililitros de nata de cocina, preferentemente espesa.
Aceite de oliva, sal y pimienta.
Por José María Ruiz del Álamo
Naturaleza sin par es conseguir una sonrisa, y en la cocina ésta también ha de darse, véase bien el darse a la cocina, véase mejor el darle a la sonrisa. Pues una sonrisa es el primer condimento sabroso para el plato que hemos de degustar, y así, a gusto, gusta dar, aunque sea algo sencillo.
Que sencillo es el plato que nos ocupa hoy, verdad es, y más verdad que convive con divertimiento, que es un juego para el paladar, bien sea infantil o juvenil ese paladar; inclusive los mayores de edad lo han de apreciar, porque no hay edad para subyugarse (por no escribir “imbuirse”) ante unos tallarines condimentados con salsa carbonara. Un juego será cocinarlos. Un juego llevado a cabo en tres fases.
He aquí un plato para abrir boca. Más exactamente para abrir la boca y comérselo, que en el comer perdura el juego. Un juego que comienza con la elección de los abalorios y los condimentos. Véase que para comer tallarines lo primero a considerar son los propios tallarines, los cuales, con su talle justo (ya enteros, ya partidos por la mitad, ya se verá), vendrán a bañarse en una cazuela rellena de agua hirviendo con su pizca de sal.
Véase que el baño propuesto corresponde a 250 gramos de este producto italiano, cantidad de primer plato para cuatro personas, cantidad de plato único para dos personas y demasiada cantidad para una persona sola.
Así nadan los tallarines en el agua de la cazuela, al aire libre, pues no cabe tapar y sí remover con cuchara de palo, que haciendo cosquillas a los tallarines éstos saldrán más alegres, aunque llegados al punto de cocción se acaloren, que si el calor ablanda las ideas lo mismo ocurre con esta pasta italiana, que se subyuga en ternura. Una pasta tierna, una tierna comida. No olvides remover de vez en cuando, cuando lo veas oportuno, pero remueve.
A la par deviene la segunda fase, que en lo que unos se están cociendo, viene el pochar sobre una sartén. Para ello, en el medio dedo de aceite confluirá media cebolla bien picada, bien picadita.
No te pases en el aceite, no te pases con el fuego. Al punto de sal, al punto remueve, que no se puede quemar. Y, en éstas, 150 gramos de bacón lloverán sobre la sartén. Y así, en comunión, se condimentan el aceite, la cebolla, la sal y el bacón.
Finalizado el dos vendrá a unirse con el uno, que el uno ya está cocido y, por supuesto, escurrido. Ahora ya tenemos los tallarines conjuntados con el pochamiento. Y como no hay dos sin tres, más que nada porque lo he reflejado en un principio, llega el tres: la fase tres. A ello vamos. Y en ello estamos batiendo un huevo y 250 ml de nata de cocina en un cuenco, ello con su punto de sal y su punto de pimienta (la pimienta si os place).
Y es en este batir donde nos batimos realmente que el plato llegue a buen fin, pues el fin es conseguir que espese: mayor espesura, mayor ternura.
La conjunción se ha de configurar, y estos tres pasos en uno han de convertirse, luego lo batido ha de verterse sobre los tallarines y el pochamiento, y a fuego lento lentamente se ha de mover y mover, es decir, remover, y al ver que la salsa está cuajada, el fuego se apagará.
Las tres fases han quedado en una.
Es hora de emplatar, es hora de comer, es hora de seguir jugando, es hora de poner punto y final. Buen provecho.
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