martes, 15 de diciembre de 2015

Tardes tontas de domingo

Foto: Pixabay
Por J. Teresa Padilla

Tontas, sí. Aunque la responsable última de su tontería sea nuestra indecisión: los domingos por la tarde no sabes muy bien qué hacer (siempre y cuando no seas aficionada al fútbol, suerte que no tengo y que facilita extraordinariamente la vida en muchísimos aspectos más allá de éste –pero mejor será dejar el tema para otra ocasión, que merece un desarrollo in extenso-). En principio el domingo por la tarde te reconoces el derecho al ocio y el esparcimiento aunque, por otro lado, te invade cierto sentimiento de culpabilidad, pues deberías ir adelantando tareas para no pasarte la semana que estás a punto de iniciar con la lengua fuera como sueles. Y, así, dudando entre el placer y el deber, se te pasa la tarde del domingo sin gozar ni sufrir (sufrir hoy para no hacerlo tanto el lunes). Tardes tontas donde las haya. Perdidas.

Menos mal que a veces tienes la suerte de que otros decidan por ti y te saquen de esa dinámica pendular, paralizante e hipnótica. La heroína este último domingo fue Marisa, a la que en un destello de genialidad se le ocurrió preguntarse y preguntarnos si, ante nuestros últimos repetidos fracasos en conseguir un pleno de asistencia a las quedadas (cuando no son urgencias maternas, lo son filiales, fílmicas o dentales), no sería precisamente la tarde tonta del domingo el día señalado. ¡Eureka!; lo cual demuestra la importancia de saber hacer la pregunta precisa para, si no llegar a la sabiduría, sí salir al menos de ese estado de estupidez comatosa que solemos padecer las tardes dominicales.

Salí de casa arrastrándome, como últimamente suelo, y tras cerrar la puerta sonó a mis espaldas un “¡yuju!” de liberación. Me dolió, que conste: aunque nadie termine de creérselo, una tiene su corazoncito. Puesto que no tengo de qué desheredarles, me he propuesto acordarme de volver de entre los muertos para recriminar a mis adorados “cuervos” su indiferencia ante mi estado cuasiterminal. Y eso que tras leer hace unas semanas La soñadora, de Martín Garzo, y con el recuerdo nefasto aún fresco de Los confines de Trapiello, tenía pensado escribir algo para disuadir a los escritores de hacer hablar a los muertos: mucho peor que banalizar así la muerte resulta comprobar que, después de haber pasado ese “mal rato”, los muertos dicen exactamente las mismas tonterías que los vivos. Creo que ha quedado claro que la novela de Martín Garzo me decepcionó bastante, y sólo por simpatía a su autor (afecto del que Trapiello no goza) me abstuve de reseñarla.

Afortunadamente, Esperanza había superado lo peor de su crisis dental y yo podía quejarme sin remordimientos de mis males, mucho menos agudos pero más misteriosos y obstinados. Quien diga que quejarse no sirve de nada, no sabe lo que dice. Es la forma adulta y discreta de cogerse un berrinche. También hay quien dice que no sirve de nada llorar, pero se equivoca igualmente. Pocas cosas te dejan más a gusto que una buena llantina. También sobre esto había empezado a escribir una entrada que se quedó por ahí a medias (lo de no sentir como debería las piernas está afectando seriamente mi capacidad de concentración).

Desafortunadamente no son los que he criado yo los únicos cuervos de mi vida. “Mujer enferma, mujer eterna” soltó mi tocaya y me cortó el rollo. Ya será menos, pero espero de verdad vivir aunque sólo sea un minuto más que ella no vaya a ser que le dé por escribir mi epitafio, ocurrencia ésta en absoluto descartable para quien la conozca y cuya amenanzante posibilidad contribuirá a que me aferre con uñas y dientes (con las piernas no lo veo claro) a la vida.

No me quedó más remedio que refugiarme en la rubia (la cerveza, no Marisa, cuya compasión tampoco fui capaz de despertar y pareció disfrutar mucho de llevarme la contraria). Y mientras intentaba evadirme de la hiperactividad que me flanqueaba a derecha e izquierda (inútilmente, pues, a pesar de que creía haberme declarado hace un tiempo en “excedencia”, por ahí en una servilleta de papel deben estar anotados mis “deberes”), recordé que esta semana cumple un año Diarios de resistencia.

Si soy sincera, apenas puedo creerlo. Por mucho que insertara en la primera entrada el “My Way” de Frank Sinatra para crecerme en caso de necesidad, lo cierto es que un año es mucho tiempo. Un tiempo que ha convertido el entusiasmo inicial, inevitablemente teñido de expectativas difícilmente realizables, en otro afecto menos intenso pero más íntimo. Porque ya sólo lo quiero por él mismo sin esperar nada de él. Nada salvo la posibilidad de contarme y contar lo que me parece importante o divertido. Y lo que empezó, juraría que una tarde tonta de domingo, como un proyecto en una carrera contra reloj para existir en los buscadores ha terminado siendo un espacio para encontrarme conmigo misma, con amigos de siempre y otros nuevos. Eso sí, la lucha por la existencia en Google ha devenido en un misterio que espero algún día desentrañar.

Así, repasando lo hecho, encuentro bastantes tonterías (aunque algunas, qué le voy a hacer, me resulten todavía divertidas) pero también textos que me siguen gustando y que, sinceramente, no sé cómo he podido escribir (están muy por encima de mis posibilidades). Marisa y Jose (eso sí, a su ritmo) han seguido ahí colaborando, ambos con un éxito brutal, lo que en el primer caso se entiende, pero en el segundo... Del ritmo de Esperanza mejor no hablamos: ahí me tiene prometida hace semanas una contribución que, dado lo que se está haciendo esperar, más vale que rompa todas las estadísticas (y lo hará, lo hará). Juana no se ha animado aún, que la pobre no da abasto, pero sí se pasa a comentar y me ha conseguido a su amiga Blanca, que me trata mucho mejor que ella, como lectora.

Y luego están esas sorpresas: personas que no conocías y a las que, de una u otra manera, llegó un día una entrada y se animaron a hacértelo saber. Nunca imaginé, realmente, la ilusión que me podían llegar a hacer este tipo de regalos.

Está claro que no hay que menospreciar las tardes tontas de domingo. Nunca se sabe lo que puede salir de ellas. Gracias a todos. Y a resistir un añito más...


10 comentarios:

  1. Muchas felicidades a tus Diarios y gracias por haberme convencido para colaborar de vez en cuando. Estoy encantada de tener un espacio para desahogarme con estupideces varias y alguna otra cosita un poco decente que me ha salido. Y, por cierto, Teresita, tu crueldad con Jose no tiene límites... Menos mal que ya sabemos que nuestro ilustrado es poco menos que insensible a tus críticas feroces.

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    1. Gracias, rubia. Lo de Jose es para compensar, que me lo tenéis entre todas muy mal acostumbrado y esta malacrianza la paga el pobre castellano. Pero, desde luego, no parece servir para nada...

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  2. Pues va a ser cuestión de concebir (lo que sea) en domingos tontos si el resultado puede ser una criatura como 'Diarios de resistencia'. Puedes estar orgullosa de tus reseñas, tocaya. Muchas felicidades y adelante, que la vida después de todo es eso,
    una prueba de resistencia y tú la superas con creces.
    A ver qué puede añadir Blanca...

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    1. Miedo me das, que domingos tontos o no, tú no paras de idear cosas. No sé yo si soy tan resistente, pero me hago la ilusión (que de eso dicen que también se vive). Muchos besos y gracias.

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    2. Lo primero, muchas felicidades por resistir. Gracias a vosotros y un poquito más de obligada lectura, sigo disfrutando, imaginando con mis filtros ya bastante oxidados, de ese placer. Teresa, escribes y expresas en un plano en el que me siento como en casa, debes de tener ese punto pirado, irónico y divertido (sobre todo en las adversidades) que tanto me gusta. Espero que el grupo, te siga achuchando en estéreo para que sigas resistiendo. Sé que Juana, mi entrañable amiga, lo hará.
      Enhorabuena!
      Ah...espero que esa "Blanca" sea yo!!!

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    3. ¡Pues claro que esa "Blanca" eres tú! No descarto que alguna otra me lea pero, de momento, no se ha presentado.
      Algo pirada sí que soy, aunque no tanto como tu amiga Juana, inasequible al desaliento. Es una buena influencia, no creas, aunque me guste quejarme sobre lo malísima que es conmigo (y es que, en general, a veces me gusta mucho quejarme).
      Besos mil.

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  3. Con la culpabilidad corriendo por las venas por mi nulo rendimiento como colaboradora de este blog, me atrevo a incluir unas líneas de felicitación para una resistente de pro que atiende al nombre de Netucha. Agradezco su paciencia conmigo pero estoy segura que sabe que no es por falta de interés. Es simplemente que no soy tan prolífica y de pluma fácil como ella, lo que le permite deleitarnos semanalmente con sus ocurrencias, pensamientos y reflexiones. Me hubiera encantado poder aportar en este primer cumple ese post que parece que nunca llega, pero sólo he podido pergeñar estas líneas y desear que compartamos muchos domingos tontos y muchas resistencias. Un beso, Teresa. Como dice la canción del incombustible Duo Dinámico: "Cuando se revelen los recuerdos y me pongan contra la pared, cuando mi enemigo sea yo, resistirñe..." Pues eso.

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    1. Amen, Esperanza (a lo de seguir compartiendo tardes tontas de domingo y resistencias). Respecto a tu post... Si la cosa va de sexo como sugeriste, bien vale esperar,que no es asunto que pueda tratarse con dolor de muelas y, además, necesito mucha ilustración sobre el tema.
      Besos.

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  4. Desde luego que no hay que menospreciar las tardes tontas de domingo, ni las llantinas ni berrinches quejumbrosos...

    Felicidades por el año, aunque soy yo la que debo felicitarme por haber encontrado este blog resistente y a ti, ya que lo disfruto, pasarme por aquí y leerte. Identificarme y resistir.

    Un abrazo de resistente a resistente

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    1. Gracias, Ana, aunque para experiencia en resistencia la tuya, que "Lo que leo lo cuento" tiene una longevidad que ya quisiera yo alcanzar con este blog.
      Y que sepas que eres uno de esos regalos inesperados a los que me refería en la entrada.
      Un beso fuerte.

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