Por José María Ruiz del Álamo
El que describe escribe, ya sea con versal o versalita, mas mucho mejor es en caja baja, a no ser que la regla ortográfica demande la caja alta tras un punto. Así escribe el que describe, que llegado el caso corta con un punto y aparte.
Parágrafo nuevo para dibujar sobre el lienzo blanco la purpurina grácil de la tinta de este bolígrafo sujeto en las manos, siendo vehículo directo de los pensamientos, que lo mismo se aturullan en “ese apacible rincón de Madrid donde mis años de mozo pasé”, que vocalizan “con un clavel grana sangrando en la boca”, ya que así es la estrofa de esta prosa. Pensamiento vano que no llega a su comienzo.
Comienzo esta nueva línea con la esperanza de limpiar los recovecos que agitan la nebulosa cabeza, pues sin saber quiere saber cómo iniciar el texto dándole ya un contexto con esto y lo otro, y así llegar a un final determinado por un porqué.
Mas por qué decir página en blanco cuando escribes sobre un cuaderno tamaño Din A4 arrebatado de cuadritos (a líneas azules). ¿Recuerdas aquellos cuadernos Rubio donde repetías las letras? ¿Recuerdas esos cuadernos a dos rayas? Uno poseía la naturaleza del nacimiento, mientras el otro determinaba la normalidad de la altura.
Altura que hoy pasa a ser cuerpo en las artes gráficas, ¡pues toma cuerpo 36 para el número 36!, claro que llevarlo a cabo distorsiona la interlínea, mas línea a línea se escribe el texto sobre la página en blanco del ordenador. ¿Página en blanco en un ordenador? Plasma brillante a lo sumo. No, que no, que el escribir es sobre papel y después ya le daré a las teclas (¡vaya, una viuda!).
Te creas una historia que viene a denominarse relato, y al rato escribes para conformarla con forma y alma.
Así a la página en blanco la miras y remiras, y en viendo su frágil mesura la acaricias con las letras que devienen en palabras conjugándose en frases, mas su arrobo es tal que pone buena cara cuando dibujo un tachón sobre su faz. Ella es dulce, cuando no amarga; es primavera, cuando no otoño; lluvia, cuando no sol, ya que es y no es porque subyace en volatilidad.
Dad a lo escrito un repaso para peinar estos cabellos sueltos que afean su rostro marfileño (que blanco-blanco no es el papel), pues toda tu “fermosura” ha de arrullar al lector.
Tórrido camino del papel al ordenador para volver al papel tatuado en tóner, y así llegar a hipnotizar las pupilas de esos ojos verdes (o azules, o negros, o…) que están respirando la vida de este relato de principio a fin.
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