Por José María Ruiz del Álamo
Voy de cine, de cine de aquí para allá: allá viendo películas y aquí
comentando unas propuestas. Y ya que nos asentamos sobre el último
tercio de este mes de mayo, bien cabe hacer cinco propuestas para abrir
nuestro corazón al cine, más cuando acabamos de acudir hace unos días a
la fiesta del cine: cine de estreno a 2,90 euros. La fiesta del cine es
la fiesta del espectador, de ahí que mis propuestas vengan a alargar esa
fiesta, ese goce de salir de casa y aventurarse al interior de una sala
cinematográfica para ver el séptimo arte en su máximo esplendor.
Estas
cinco citas, realmente, no repercuten sobre el cine de estreno, sino
que se nutren de la historia del cine, esa historia que bien merece
conocerse, que bien debe no olvidarse. Y esa historia uno la encuentra a
primeros de mes cuando extiende sobre la mesa, cual puzle de 500
películas, los programas cinematográficos de Filmoteca Española, el
Círculo de Bellas Artes, el programa cultural del Instituto Francés,
amén del listado de películas que proyectan la Academia de Cine y la
Sala Berlanga. Madrid ofrece todo un mundo de cine. Millones de
fotogramas vislumbran mis ojos.
Este programa/mes de
mayo canaliza el arcoíris que es la historia del cine, una historia
programada por ciclos, desde un cine inédito en España (cine indio, cine
sueco contemporáneo y Javier Aguirre inédito) hasta el cine de género (la
música popular en el cine español) y las retrospectivas (Brian de Palma,
Pier Paolo Pasolini). Sí, cine para todos los gustos. Naturalmente, el
mes de mayo es “mayavilloso” para ir al cine, y cinco propuestas (hasta
diez podrían ser) son las que bien cabe aquí recomendar para que la
fiesta del cine siga siendo una hermosa algarabía.
Cinco citas, cinco películas, cinco encuentros con el cine.
La
retrospectiva que lleva a cabo Filmoteca Española sobre la filmografía
de Brian de Palma nos da la oportunidad de visionar dos películas que
delatan en mayor manera su técnica y calidad, como son El precio del
poder (1983) y Doble cuerpo (1984). De Palma, cual discípulo
avanzado, traspola el clasicismo a las nuevas libertades que traían los
años ochenta: es un cine más explícito, más barroco, más desgarrador,
más violento, más sexual. Así, De Palma toma como base Scarface, el
terror del hampa (1932), de Howard Hawks, y Vértigo (1958), de Alfred
Hitchcock, respectivamente.
El precio del poder es
una película sobre el mundo de los gánsteres. Es la ascensión y caída,
es un itinerario megalómano, 170 minutos que dan para recrearse, sacando a
colación una violencia superlativa y poniendo la droga sobre la mesa.
Una droga explícita como el gran símbolo del poder y arma de la riqueza.
Este recorrido faraónico bien merecía tener al protagonista más grande,
al actor más “gánster”: al padrino Al Pacino. Aquí despojado de
sofisticación, más racial, más impetuoso, más volcánico, más oscuro, más
sucio. Todo masificado. La escoria visualizada en primer plano. Nos encontramos con la mafia latina procedente de Cuba (expresidiarios
cubanos que toman “por asalto” Miami); con la corrupción (tanto de la
banca como de los políticos) y con una desaforada pasión. La película desemboca en un final excesivo. Aciertos y defectos conllevan estas casi
tres horas, mas en ningún caso el espectador quedará indiferente.
(Viernes, 22 de mayo, 17.30 horas, en Filmoteca Española).
Doble
cuerpo viene a ser todo un juego sobre la indefinición definida, es
decir, De Palma se define aquí, explícitamente, como plagiador del
maestro Alfred Hitchcock (en mayor medida Vértigo, más tintes de La
ventana indiscreta y Crimen perfecto) llevando al límite el sexo en
el cine comercial. Ya el título es toda una declaración de intenciones,
pues alude a un efecto cinematográfico que bien viene a explicar en
la secuencia final de la película y que remite a cómo rodó la escena de
la ducha en Vestida para matar; más cuando toda la película gira en
torno a la interpretación y al mundo del cine, más cuando la película
deriva al voyeurismo y hace protagonista al cine porno, véase el
desenfreno de Melanie Griffith. Una película que busca el efectismo y la
provocación. Una película que encuentra el placer de contraponer la
mirada sobre la sociedad americana. (Sábado, 23 de mayo, 22.00 horas, y
jueves, 28 de mayo, 17.30 horas, en Filmoteca Española).
Filmoteca,
como todos los meses, invita a los niños (entrada gratis para menores
de catorce años) a degustar un clásico de la historia del cine. Así, se podrá ver El último round (1926), de Buster Keaton. Una película
pequeña en tanto Keaton no se enfrenta a grandes hechos: no hay 500
novias que le persigan, no hay un huracán, ni batallas de locomotoras o
500 vacas en estampida tras él. Todo su encanto radica en la sencillez, pues a
través de pocos elementos logra hilvanar una hermosa historia romántica
imposibilitada por su blandenguería: un señorito mimado de ciudad, que no
encaja con el mundo rudo del campo, y por amor viene a tomar el nombre
de un campeón de boxeo. Keaton se verá enjaulado en el mundo de las doce
cuerdas. Posee momentos sutiles. No cabe desdeñar el corto que acompaña
a la película, Relaciones con mi mujer (1922), más dada al golpe y
tentetieso, muy ligera y bastante divertida. Todo un programa para
disfrutar con Buster Keaton, todo un relajante y un buen condimento de
carcajadas para los niños. (Sábado, 23 de mayo, 17.30 horas, en
Filmoteca Española).
El Círculo de Bellas Artes centra
su programación de este mes en la cinematografía de Pasolini de los años
setenta, amén del biopic Pasolini, de Abel Ferrara, centrado en los
últimos días de vida del cineasta. Si bien mi propuesta, mi
recomendación, mi cita es con El Decamerón (1971), inicio de su
trilogía sobre la vida (junto a Los cuentos de Canterbury y Las mil y
una noches): una película que manifiesta la alegría, el goce, de
llevar a cabo el acto sexual, donde la picaresca picardía toma
protagonismo, siendo el pueblo (la clase social proletaria), en aquella
época medieval, quien vive esta fanfarria del amor desinhibido. La
película es todo un acto de libertad, es la fiesta del vivir. (Jueves,
28 de mayo, 22.00 horas, y domingo, 31 de mayo, 17.00 horas, en el
Círculo).
Mas, frente a este canto a la libertad, surge el
sexo de Saló o los 120 días de Sodoma como arma de sometimiento por
parte del poder. Un desencadenamiento de nazismo donde el pueblo queda
en estado de esclavitud, una degeneración superlativa en la que el pueblo
es concebido como un perro comemierdas. Estamos ante una pornografía
política (¿metafórica y actual?). Las imágenes que nos muestra Pasolini
no mienten, no se escudan en un fuera de campo. Su pulso es provocativo,
busca la reacción del espectador (pueblo) ante la mesa presidida por
la corrupción más absoluta. Esas fuerzas vivas que matan, esa ley
absoluta y dictatorial que priva de derechos y de la capacidad de
pensamiento. La depravación gobierna.
Pasolini se sirve del acto que es génesis primaria de la vida (el acto de amor sexual) para presentarnos la dualidad que es (que puede ser) el hombre. El
acto de amor con amor, el acto de “amor” sometido a través del yugo. El
sexo concebido como metáfora social.
La quinta y última
cita bien se puede encontrar en el documental Canciones de nuestra
vida (1975), de Eduardo Manzanos. La película viene a ser un espejo de
aquel Érase una vez en Hollywood estadounidense y una contraposición a
nuestras Canciones para después de una guerra, de Patino, ya que con
la presente se ensalza (quizá de forma desmedida) un cine popular, bien
conocido como “españolada”. Una película que hoy se puede ver como estudio
social del cine de una época (del país de una época). Así estamos ante
una selección de fragmentos de películas, mayormente dados a la copla.
Estos fragmentos son presentados por actores de cine y teatro. Bien,
démonos a la copla, no han de faltar ni Juanita Reina, ni Antonio
Molina. (Viernes, 29 de mayo, 19.00 horas, en Filmoteca Española).
Bien
cabe seguir desarrollando la fiesta del cine. He aquí cinco citas, he
aquí una invitación a seguir descubriendo la magia del cine.
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