Por J. Teresa Padilla
Vamos a empezar por la crónica. Sí, yo creo que es lo que toca hoy. Tengo otras cosas en mente, es cierto: unas medio empezadas (que no sé si llegarán a ver la luz alguna vez), otras más informes dando vueltas por mi cabeza y chocando, como no podía ser menos, unas con otras, molestándose mutuamente y sin llegar a ninguna parte. Tengo otras cosas en mente, sí, pero, entre la falta de espacio que allí reina ahora mismo y las secuelas intelectuales de la gripe que acabo de pasar, empiezo a dudar incluso de ser capaz de escribir siquiera la crónica, que suele ser algo que redacto con mucha facilidad y desparpajo. Sólo espero que el daño cerebral no sea permanente…
Antes, cuando no tenía este blog, solía escribir a mis compañeros del curso de redacción-corrección un resumen más o menos tonto y divertido de nuestros encuentros mensuales (esta es la periodicidad que de momento nos hemos impuesto), de forma que los ausentes estuvieran informados (y se animaran a siguientes convocatorias) y los presentes tuvieran documentos escritos que pudieran atestiguar su evolución profesional, personal o en la ingestión de zumo de cebada o de uva (existen dos bandos agriamente enfrentados a este respecto). Una crónica que les mandaba por e-mail. Como estoy empezando a cansarme de que me digan cosas como: ¡qué buena pinta tiene el blog!, ¡a ver si tengo tiempo de leerlo!, pues a partir de ahora las crónicas de las quedadas aparecerán aquí y así pueden matar dos pájaros de un tiro. O no pegar ni el tiro, que será lo más probable, porque con lectores como éstos no hay quién cree un blog de éxito.
La “quedada” de redactores-correctores correspondiente al mes de enero que se celebró el viernes pasado tenía, no obstante, un propósito más concreto que ediciones anteriores (y ya vamos por la ¿quinta?, ¿sexta?). A pesar de lo guapas que somos nosotras y lo atractivos que son ellos; a pesar de lo bien que podemos llegar a "maquearnos" unas y otros en caso de que nos entren dudas sobre esto último; a pesar de las bellísimas personas que somos así, en general, tanto maqueadas como al natural, y ya se trate de distancias cortas, medias o largas; a pesar, y esto ni haría falta mencionarlo, de lo requetebien que redactamos y corregimos. A pesar de todas estas cosas (y algunas más que con seguridad olvido), resulta que, incomprensiblemente, seguimos esperando que alguien se interese mínimamente por nosotros laboralmente hablando. Y, aunque optimistas y pacientes, empezamos a sospechar que la espera va para largo, de forma que nos decidimos (empujados por Juana) a explorar otras posibilidades. En concreto la opción de autoemplearnos, es decir, de emprender, como se dice ahora, o buscarnos la vida por nuestra cuenta, como se ha dicho siempre. Lo de la emigración la verdad es que ni nos lo hemos planteado, que quien no tiene hijos, tiene padres, o mascotas, o parejas a las que ha cogido cierto cariño… Sinceramente, yo sí me la planteé en algún momento, pero no estaba pensando precisamente en mi futuro laboral...
Para los que no tengan el placer de conocerla, Juana es una mujer
hiperactiva que apenas se sienta para beber una cerveza (ella es del
bando de la cebada) o ver una película (sola o con Jose). Y aunque sus piernas paran de vez en cuando casi solo en estos casos, su cerebro yo creo que no deja de funcionar a pleno rendimiento ni cuando duerme. Este año 2015, en concreto, todavía no ha parado. En fin, el caso es que, puestos a fracasar (posibilidad que siempre ha de ser contemplada como la más probable) o, mejor dicho, a esforzarnos al menos en fracasar dignamente, hemos decidido hacerlo juntos, que tenemos experiencia a la hora de consolarnos mutuamente y, sobre todo, de reírnos de nuestras respectivas meteduras de pata con bastante cariño.
¿El proyecto elegido? Ofrecernos como “escribidores” al resto del mundo vía Internet: de la vida del abuelo, de historias de amor que regalar a la amada o el amado, de aventuras para los amigos… Tenemos que convencer a los posibles clientes de que todas las vidas merecen ser contadas, que todas encierran historias que regalar a los demás o a uno mismo, y que nosotros podemos hacerlo. Y para demostrar esto último hemos decidido empezar a escribir una, así, sin más: una vida lo más “normal” posible (a saber qué significa esto) narrada entre todos. Estoy impaciente de que me llegue el turno. No sé si servirá para que los demás confíen a nuestra escritura sus secretos, pero lo mismo estamos ante el nacimiento de la novela popular de autor colectivo, qué sé yo. De momento, hay blog en construcción: La vida en su tinta.
Allí estaba Íñigo, dispuesto a aparcar temporalmente, en pos del bien común, las intrigas de los backstages del mundo de la moda en las que andaba últimamente inmerso y por las que ya se había interesado algún que otro editor. Esperanza, con su copa de vino en la mano (ella es de ese bando, el de las elegantes), se presentó voluntaria a empezar ella misma, sin ir más lejos, y esta mañana nos ha informado de que ya está en ello, que marcha (no sabe muy bien hacia dónde ni si para bien), pero que lo está disfrutando. ¡Bien por Esperanza! Lydia llegó como una exhalación, sin teléfono, después de dejar el coche en los suburbios, desesperada por encontrar un enchufe o, en su defecto, un ordenador dispuesto a donar energía a su pobre dispositivo de forma que su familia pudiera tener noticias de ella (al parecer llevaba desaparecida todo el día). Obviamente tuvo que volver a salir como una exhalación para llegar a su coche antes del amanecer y a su hogar antes de que dieran parte oficial de su desaparición, pero no sin antes dejar claro que contáramos con ella, faltaba más, y que mi blog tenía buena pinta, pero no había tenido tiempo de… Ahí Marisa, Jose, Juana y yo (el resto de los asistentes) saltamos cual resortes y la preguntamos sobre la espectacular y trabajada felicitación navideña que le habíamos mandado los cuatro y de la que todavía no habíamos recibido respuesta por su parte. Aún no la había visto… Un día de estos su sonrisa angelical no le va a servir de nada.
Una vez conseguimos conectar la tableta de Juana al wifi del local, Marisa ayudó a Juana con el diseño del blog (de este no, aunque también le haga buena falta, sino del blog del proyecto "emprendedores"). Jose actuó de secretario y tomó las notas básicas que fuimos acordando sobre la protagonista de nuestra historia (esperando estamos todavía la puesta en limpio y la correspondiente recepción). Yo no hice mucho de provecho, que la gripe me tiene como me tiene y la cerveza (yo soy claramente de este bando) tiende a despistarme. Ricardo no pudo acercarse, pero prometió echarnos una o dos manos en lo que necesitáramos (sabe un "güevo" de redes sociales y de diseño, así que está claro que vamos a necesitar sus manos y probablemente hasta algún pie). Silvia tampoco estuvo físicamente, pero sí vía whatsapp animándonos. Recordamos a Isabel, a la que imaginamos liada con sus propios proyectos; a David, a Pedro... Nos preocupamos un poco por ellos, así que esperemos saber pronto que siguen ahí con fuerzas para luchar. Nosotros estamos en ello. ¡Hasta la próxima!
Nunca me defraudan tus crónicas de nuestras quedadas. Me parece genial la idea de publicarlas en el blog, a ver si así nos ganamos algunos lectores, que estamos un poquito escasos. Pero todo se andará.
ResponderEliminarEso espero, eso espero. Y si nada funciona, tendremos que empezar a hablar de sexo. Habrá que irse documentando...
ResponderEliminarBuena estrategia incluir la crónica en tus Diarios de resistencia; a ver si se enteran, los que aún no lo sepan, de todo lo bueno y variado que pasa por este blog. Eso sin contar con que supone otra vía para dar a conocer La vida en su tinta, lo que hay que valorar y agradecer. Tengo que añadir, que la presentación del blog ha mejorado; el mero hecho de haber cambiado aquella plantilla (que me recordaba el plano final de la inmensa película de J.A. Bardem Calle Mayor), por esta otra en rosa palo texturizado, le ha dado el toque positivo, o vitalista, que subyace en toda creación como acto de resistencia. Vamos bien.
ResponderEliminarPues si, la última reunión fue diferente a las anteriores; había buena disposición para hablar del proyecto y, eso, unido a la activación del sistema nervioso producida por los vapores etílicos, nos llevó a desatar una tormenta de ideas que, si no hubiera sido porque Esperanza tenía una cena y Lidia debía dar testimonio físico de su existencia a la familia, allí hubiéramos continuado descargando ideas entre cubos de birras y Barbadillo. Cómo sería, que, para desilusión de Silvia, se nos olvidó la foto de familia. Para la próxima quedada, será lo primero, que lo registre en el orden del día Jose, nuestro particular secretario.
Siguiendo con el tema del proyecto, discrepo (le tomo prestado el verbo a Iñigo), en cuanto a lo de que fracasar sea la posibilidad a contemplar como la más probable. Decía no sé quien, que tanto si piensas que puedes como si piensas que no, tienes razón. Es inevitable que nos asalte la duda: todo está en construcción, aún no hay forma, ni consistencia, ni tan siquiera nos hemos dado a conocer… Pero dudar también tiene su estímulo, hace pensar. El mero hecho de habernos reunido para cambiar impresiones ya me parece un buen comienzo y si trabajamos juntos, cosa que ya hemos comenzado a hacer, podemos llegar a darle cuerpo a algo. Y si no resulta lo esperado, algo habremos aprendido. Y aprender siempre rejuvenece y, esto, puede impulsarnos a otras empresas, particulares o en grupo. ¿Dónde estaría el fracaso?
En fin, de momento recogeremos el testigo que nos entregue Esperanza para encaminar una historia, cuya protagonista ya tiene nombre. Sería interesante conocer cómo le daríamos continuidad cada uno de nosotros al relato iniciado por ella. Pero eso es otra historia.
Discrepas, Juana, y con razón, que tal como planteas la cuestión el fracaso ha pasado de ser la posibilidad más probable a la más remota, pues si algo saco en claro entre cerveza y cerveza cada vez que nos reunimos es lo mucho que aprendo con vosotros. Besos y ponte buena (que me han dicho que andas un poco cojita...)
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